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jueves, 25 de julio de 2013

Vacía.

La montaña de libros que llevaba construyendo desde que decidió encerrararse en ella misma comenzaba a rozar el techo de la habitación. Las paredes se aproximaban cada vez más. Sus derrotados dedos llenos de cortes producidos por las numerosas páginas de grueso papel que contenía cada libro. La esperanza se despegaba poco a poco de ella como el curiosamente desgastado papel que cubria la sala; lleno de arañazos y golpes, como su corazón. El frio de una neblina que crecía a lo alto se apoderaba de su cuerpo esposado a los libros que le quedaban por leer. Llenos de historias de amor, imposibles de suceder en la vida real. Soñaba con ser la princesa de algún cuento de hadas. Con poder recuperar todos los besos que en realidad nunca recibió.